La isla negra, así se llama la isla en la que estuvimos el sábado pasado. Tiene nombre de isla de piratas o como dicen mis chicharras de "tebeo de Tintín".
Es una de las muchas islas que pertenecen a Helsinki y a las que sólo se puede acceder por mar (parece obvio, pero no lo es tanto, porque otras islas como Seurasaari están unidas a la ciudad por un puentecillo que facilita su acceso).
El caso es que desde el embarcadero ubicado en Töölö, frente a la costa de Seurasaari, (se puede llegar en el autobús 24 o caminando, es un paseo agradable), se accede al barco que por 4 euros (niñ@s gratis) te lleva y te trae a la isla.
Es una isla pequeña pero muy agradable, tiene todos los servicios accesibles: playa, parque, animales, cafetería con unas "pullas" de canela de tamaño descomunal, un restaurante que sólo abre a la hora de comer y una zona de barbacoa con vistas al mar.
Hay varias carpas equipadas con mesas/bancos, los baños están en cabañas de madera, muy limpios y siempre provistos de papel higiénico y servilletas para las manos; también hay una pequeña capilla y como curiosidad, en esta isla se colocó la primera cancha
de voleibol del país, aquí se jugó el primer partido allá por los años 30.
Esta isla pertenece a la iglesia luterana de Helsinki y en ella se organizan distintos talleres de artesanía y familiares. Eso sí, no hace falta pertenecer a ninguna congregación para poder visitarla, es de libre acceso.
Si vas a visitarla no te olvides de que el último barco que sale en dirección a Helsinki lo hará a las 18.00, aunque no creo que se te pase, si entiendes el idioma...lo avisan por megafonía.
Es un sitio pequeño, que se recorre en un pis pás, está bien para pasar el día.
Nosotros fuimos con unos amigos locales que se olvidaron de recordarnos que a pesar de ir a la playa debíamos coger algo de ropa de abrigo. No te confíes, da igual en qué época del año vengas a estas tierras del Norte, no me cansaré de repetirlo: aunque haga un calor de muerte al salir de casa, lleva siempre contigo una manga larga y si tienes un impermeable finito. Nosotros, empeñados como seguimos en sacar el máximo partido a nuestra ropa de verano, nos presentamos en el muelle con nuestras mejores galas veraniegas:
- los pollos en bañador, camiseta de manga corta y sandalias,
- el padre de las criaturas fue algo más listo y fue con manga corta pero pantalón de lino largo
- y yo... yo es que si que no tengo remedio. Yo que no me pongo vestidico corto ni aunque me maten (quienes me conocen pueden constatar mis palabras), ...yo que no me pongo vestidico corto casi desde que dejé la escuela, yo que tengo unos vestidos largos estupendos y preciosísimos.... ese día... a pesar de ver las previsiones del tiempo, me crecí y debí de pensar para mí ... no sé ni lo que pensaría, pero a buen seguro que no estaba bien despierta o no había desayunado cuando me vestí. "Como hace mucho que no me lo pongo... hoy voy de corto y con tirantes"; y allí me presenté, con mi vestido floreado y mi familia veraniega al completo (que debíamos parecer verano azul siendo Chanquete el padre de las criaturas y yo Julia).
El resto de la gente (excepto otra familia que debían de ser también de fuera, porque iban como nosotros, pero ellos en lugar de flores llevaban vertidos de rayas, un estilo más marinero) iban con ropas más bien otoñales. Se me calló el alma a los pies cuando ví a nuestros amigos aparecer no sólo de tiros largos sino con camisa de franela (de esas de leñador y bien abrigaditas) él, y con poncho de lana (además de su manguita larga) ella. El niño y la niña, iban por su puesto con su chandal de felpa bien calentito.
En la isla se estaba bien mientras lucía el sol, eso sí.... cuando se escondía, hacía más bien fresquete, pero aguanté estoicamente arropaica con ese pañuelo que lo mismo me sirve de chal, que de cinturón, de turbante o de bufanda de verano. Los pollos, como son pollos e inconscientes, se bañaron y chapotearon a sus anchas. Gracias doy de que no pidiesen más compañía que la de sus amigos locales. Lo pasamos bien, y volvimos a casa pasados por agua, porque a la vuelta nos calló un buen chaparrón.
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