El sábado amanecimos temprano, como suele ser habitual en esta familia, y mucho más ahora que amanece tempranico. Así que viendo que el día estaba soleado y los pollos tan enérgicos como de costumbre decidimos una vez más pedalear hasta donde el cuerpo aguantase. ¡En qué momento!, hay días que esto del paseo en bici, el pedaleo y el "
piqui niqui -picnic-" se dan bien, pero el sábado pasado.... por momentos tuve tentaciones de volverme a casa y dejarles que siguiesen pedaleando solos, cada uno a sus anchas, como hizo el papá de pulgarcito; En el camino de ida aquello fue un caos, se pasaron el trayecto adelantando sin avisar, chocandose con el de delante, haciendo "eses" sin parar y sin mirar no sólo si había algún hermano cerca, sino también sin prestar atención a si pasaba algún/a otr@ ciclista o vioandante, iban quejándose continuamente, vamos que si me llega a ver alguien de servicios sociales me detienen por explotación infantil o algo. Después de eso vino el "ya no puedo más" y el "me estoy cansando", en ningún momento vino el "cuánto queda", hubo uno que directamente recurrió a las lágrimas de cocodrilo. Y digo que eran de cocodrilo porque conozco a ese pequeño granuja. Ese fue el mismo que cuando nos pidió que parásemos en un parque a hacer un descansillo se puso a levantar pesas que superaban su peso y a escalar como un loco. Así que ni hubo paseo tranquilo por el bosque, ni canticos de pajaritos, ni na de na.
En cambio, el camino de vuelta, ese fueron todo risas, todo buen humor, respeto de normas y al llegar a casa, después de haber pedaleado durante poco más de 24 km, siguieron pedaleando por el patio y los caminos cercanos a casa. Yo no sé si serían las salchichas que nos tomamos por el camino, si tendrían algún ingrediente secreto (tal vez habría que analizarlas), o qué mosca les picó, pero la transformación fue total y absoluta.
La comida fue divertida, más para ellos que para mí, que sinceramente....sigo sin encontrarle el gustillo a esto de las barbacoas. Llegamos a la caseta, buscaron las astillas, troncos y ramichuelas, prepararon el fuego, buscaron y afilaron los palos que nos servirían de pincho para poner las salchichas en la brasa y ¡a comer!. Una vez estuvo la panza llena, después de recoger todo, nos aseguramos de que el fuego estaba apagado. Detrás de la caseta había un pilón con agua, en el que se dejan los troncos quemados, así te aseguras de que no se reaviva el fuego, bien pensado.
Una vez en casa, después de pedalear y jugar un rato al fútbol (yo no hice ni lo uno ni lo otro, les miré sentadita), un buen helado y unas fresas con nata para recuperar fuerzas.
2 comentarios:
Hola. un super plan... los niños nunca se cansan por eso siguieron pedaleando.. qué ricas las fresas con nata.! seguimos en contacto
¡Fresas con nata!, uhm, me pirran!!!.
Jejeje, estos pollos son unos todoterreno. Ya empiezan a dejarme atrás, jeje.
Publicar un comentario