Miedito me da esa frase que antaño me hacía tanta gracia y que tanto se repetía en los telediarios. A las tres serán las 2, y que l@s más despistaill@s nunca sabíamos si sera así o a las 2 serían las 3.
Hasta hace no mucho, el cambio de hora me daba bastante pereza porque a veces los pollos se decontrolaban con los horarios y me pegaba unos madrugones aún más impresionantes de lo normal. Quien tenga hijos que se despiertan con el canto del gallo, ya saben de lo que hablo. Pero desde que vivimos en Finlandia el cambio horario me da terror.
Hemos tenido un otoño estupendo, fresquete, lo normal por estas tierras,, pero ha sido seco y muy soleado. Apenas ha llovido, supongo que ya nos cayó en verano todo lo que tenía que caer, por eso ahora me da tanta pena que llegue el cambio de hora y con ello la oscuridad.
Lo siento profundamente por los pobres girasoles que llevan desde el mes de abril luchando por sobrevivir en la terraza, Con un tallo de poco más de un cm, de grosor han conseguido ser los más altos de la casa, alcanzado los dos metros de altura; han tardado 7 meses en florecer, pero lo han conseguido,
¡Con la de quebraderos de cabeza que nos han dado!, que hasta les tuvimos que dar en acogida durante los meses de verano, en fin, los pobre, en cuanto cambien la hora, tienen los días contados.
Esta semana ya hemos amanecido a bajo cero y en el Norte ha nevado, así que, a ver si a falta de Sol nos llegan las primeras nieves, que hacen más llevadera la vida en las tinieblas.
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