Los cachorros pusieron mala cara cuando después del paseo y de llevar escuchando a la petarda de su madre durante horas que no podían seguir jugando con la nieve, porque llevaban las manoplas chorreando, y las botas estaban a punto de calar; después de pasar de largo varios parques sin jugar y varios charcos sin pisar.
Pero con el estómago lleno, una abuela y unas cartas de "dinotren", echamos unas "manillas" (así es como se refería mi abuela a jugar a las cartas) y reímos a carcajadas para entrar en calor; así cargamos pilas que nos dieron fuerzas para volver al coche, llegar a casa y terminar la tarde viendo "locos por las nueces".
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