martes, 17 de diciembre de 2013

Seurasaari, 15 de Diciembre.

Lo había leído en la guía de viajes, lo había leído en la prensa local y algún artículo en internet: la visita a Seurrasaari el 15 de Diciembre era imprescindible.
Anunciaban elfos por doquier, iluminación espectacular, troles y árboles preciosísimos.
La cosa pintaba bien, había nevado durante toda la noche, el paisaje estaba precioso, el autobús 24, que llega hasta el puente de acceso a la isla iba hasta los topes, estaba cortado el acceso a vehículos y nunca antes había visto tanta gente concentrada desde que vine a vivir a estas tierras del Norte. Muchas familias, muchos niños y niñas, mucho turista, mucha gente en general mucho "árbol con bufanda de lana". Pero no, no era lo que yo me imaginaba, estaba bonito, SÍ, pero esperaba más espectáculo, más alegría, más ambiente festivo.
Aún así, voy a ser positiva, los cachorros lo pasaron bien y les contamos muchas historias durante las tres horas que duró el paseo.
         jejeje, nada más llegar vimos una especie de teatrillo: había tres elfas que llevaban un regalo para un niño, ¡un cohete nada menos!, y no encontraban al niño en cuestión. resulta que buscaban a alguien que se llamaba como mi cachorro pequeño, que en cuanto pilló el hilo a la historia se agarró fuerte de mi mano y me dijo que ya nos podíamos marchar.

 No le hacía ni pizca de gracia que esas elfas le estuviesen buscando sin ton ni son. El medianillo, que si que ha pedido un cohete, se fue un poco confuso por si a Papá Noel no le había llegado bien el mensaje. Menos mal que nos encontramos con una oficina de correos con envíos directos/urgentes a Rovaniemi y pudimos escribirle una postal para aclarar el entuerto. Nos dieron tres tarjetas, una por niño y el mismísimo operario de correos nos las franqueó en el acto.
Unos troles osos
 nos dieron galletas de jengibre, otras elfas nos dieron unos pinchos con algo pringoso y muy rico para quemar en la hoguera, vimos galletas gigantes, calendarios de adviento muy bonitos, nos ofrecieron rosquillas riquísimas y dimos la mano a papá Noel y consorte (que por cierto iban vestidos de gris y no de rojo), se metieron en un laberinto de paja y la isla estaba preciosa.
Así leído parece una pasada, lo dicho, lo pasamos bien, pero sigo pensando que le sacan poco jugo al asunto.

Creo que este año me ha salido un espíritu navideño que llevaba años sin aparecer, ¡lo que son las cosas!.
A falta de un árbol este año tenemos dos, uno con luces y el otro con todo tipo de artilugios.

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