Si tuviese que etiquetar con un nombre a Finlandia, indudablemente la identificaría con el silencio, el ruido lo dejo para España.
Vivir en silencio en los momentos buenos equivale, en mi escala, a vivir sin prisas, sin conexión continua y obligatoria, sin explicaciones constantes, cuestionar y sentirte cuestionada, con una libertad diferente a la que experimento en el Sur. Vivir en silencio equivale a escuchar más activamente tu cuerpo, tu entorno, a tu gente. También equivale a vivir con algo menos de alegría, de sabor, vivir sin altibajos.
En los momentos malos, como no seas muy fuerte, y yo no lo soy, vivir en silencio es difícil, es triste, sientes que te falta el aire. Vivir en silencio puede ser muy aburrido cuando vienes del ruido, de una gran familia, de los amigos, de los atascos; si no tienes una vida interior muy rica y llena de recursos, vivir en silencio puede ser muy difícil. Empecé a asustarme cuando me di cuenta que echaba de menos los atascos, el bullicio.
Supongo que todo tiene su momento y lo importante es disfrutarlo cuando llega y dejarlo cuando toca.
Disfrutemos el día a día con sus ruidos, sus silencios, sus atascos, sus pajaritos cantando, sus bosques infinitos, el asfalto que se derrite a tus pies, con tu gente y sin ella. Vivamos.
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