Estás en casa, en el parque o paseando y escuchas a lo lejos
una musiquita. Los pollos estiran el cuello, como hacía el perro de mis padres
cuando decías "gato" y agudizan el oído. Es entonces cuando empiezan
a salivar. La musiquilla funciona igual que la campanilla para los perros de
Pavlov. Es el camión de los helados que se pasea por las calles de la ciudad.
En España, los veranos en el pueblo no serían lo mismo sin
el megáfono del melonero a la hora de la siesta, el tapicero, o el vendedor de
ajos que te promete que aunque estemos en Julio esos te duran hasta diciembre.
Aquí, ni tapicero, ni melonero ni afilador. Nos hemos quedao, solo con el carrito del helao. :)
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