Mas de cinco años me ha costado descubrir el secreto de la
patata de Finlandia, y no va con segundas.
Eso me pasa por no leer. Y si no llega a ser por Laura ni me
entero.
Para mí, sólo existían dos tipos de patatas, las lavadas y
las no lavadas.
Las lavadas son mucho más apetitosas a los ojos de quien las
compra, pero me ha pasado varias veces que luego al pelarlas estaban negras por
dentro, así que siempre las compraba llenicas de barro.
Las de bolsa no me suelen gustar, me gusta más comprar a granel, y así me ha pasado, que yo veía los montoncicos de patatas y compraba según "la pinta de la patata" sin ir más alla. Con la fruta la verdura y las hortalizas siempre hago lo mismo, cuanto más fea, mejor y si están brillantes y relucientes mala cosa. Para mí, las "pernunas" perunas son: patatas. Y así me ha pasado, que a veces me salían buenísimas y la
gran mayoría del tiempo se deshacían en la sartén. Mas que patatas fritas
conseguía patatas cocidas grasientas y un padre de las criaturas enfadado (es el
encargado de hacer los huevos con patatas, porque siempre le salen perfectas, y
con estas no había manera de pillarlas el truco). Y yo, pánfila de mí, le
echaba la culpa a "la inducción" y recordaba con añoranza mis fogones
de gas.
Pues sí, tuvo que ser Laura, una vez más, quien después de reírse un
rato de mí, me dio un curso acelerado de las patatas del lugar: para el horno,
para puré, para puré mega rápido y las normales.
No hay nada como saber, o mejor dicho no hay nada como
dedicar un par de segundos a LEER.
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