No soy muy aficionada al esquí. El alpino no lo he practicado nunca, miento, una vez, cuando tenía 7 años debí de intentarlo. El de travesía o de fondo, lo he practicado alguna que otra vez desde que estoy aquí, todo sea por integrarse, estar con mis chiquetos y echarnos unas risas. Lo de ponerme en forma ya lo doy por imposible. Pero aquí, si la nieve está bien es bastante sencillo porque está todo preparado para salir de casa con las botas puestas, los esquís en la mano y a 100 metros del portal ponerte a dar zancadas.
El caso es que el otro día estaba esquiando con uno de mis hijos y me llevó por un sitio que le habían llevado con el colegio, el paseo precioso, espectacular, llano con sol, bosquecito tenebroso, todo iba bien hasta que me encuentro que tengo que subir una pequeña pendiente. Mi chiqueto sin parase a pensar, china chana china china, se sale del carril y se pone a andar como un pato o como un buzo con aletas y sube en un periquete.
¿En serio se acuerda de Pepa Pig? si no lo vemos desde hace más de cuatro años, en fin, salvada por la campana. Va por mi Pepa favorita, ella si que esquía y a buen seguro que se ha tragado tantos Pepa Pig como yo.
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