viernes, 2 de diciembre de 2016

¡Menudas tradiciones!

Este año, aun no hemos entrado en faena y ya estoy agobiada entre regalos, sorpresas y demás parafernalia. Me estoy volviendo loca con la magia de la Navidad (eso lo dejo para otro día), el Ratón Pérez y el resto de tradiciones. Tanto que el otro día cuando mi hijo me pidió 6 euros para ir al teatro con el colegio se los deje preparados por la noche en la mesa, como de costumbre, para que se acordase de meterlos en la mochila por la mañana. Hasta ahí todo bien. Luego me fui a dormir y me desperté a no se que hora con un comecome en la cabeza, ojos como platos y "plin" se encendió la lucecita en la cabeza, ¡el dinero! (hice asociación dinero por la noche = diente caído) y me fui directita al cuarto de los niños a poner el dinero debajo de la almohada; gracias a los astros, se me volvió a encender la luz y me acordé de lo del teatro.  Menudo papelón, !ni siquiera sabía a quien debía ponérselos!
Como supondréis, últimamente hemos estado un poco agobiad@s con esto de los dientes y las visitas del Sr. Pérez. En tres semanas cuatro dientes menos y varios a punto de caer. Y con el último caído, cuando el medianillo iba a ponerlo tan feliz bajo la almohada, va su hermano pequeño y le suelta: "haz lo que quieras, pero que sepas que mi amigo dice que es mamá quien pone el dinero"... como continua la historia, quien tiene cachorros humanos cerca, ya sabe como sigue...
¿Un diente debajo de la almohada? ¿de verdad?, ¡¡a quien se le ocurriría tamaña barbaridad!!, a buen seguro que no era alguien que tuviese hij@s. Porque debo reconocer públicamente que lo paso mal no, fatal, cada vez que hay que enfrentarse a la recuperación del diente. Me da cagalera real, por mal que suene. Razón por la cual he tenido que delegar tamaña misión al padre de las criaturas, que para eso es varón como el bueno del ratón.
Sí, ya se...hay quien pone el diente en un botecito, en una caja muy mona o en la mesilla de noche, cualquier cosa vale y cualquier cosa es mejor que esconder un objeto tan pequeño bajo la almohada de una criatura de carne y hueso. Pero la primera vez que se le cayó un diente al primogénito, ni teníamos bote, ni caja ni mesilla porque duermen en litera de tres. De hecho, recuerdo perfectamente la cara de horror del padre de mis hijos, cuando tras habérsele caído el diente al primogénito, le mandé (cual madre primeriza en esos menesteres) a la cama con el diente sin más, ¿Cómo lo voy a encontrar?, me decía...Desde entonces, los envolvemos en una bola gigante de papel para que sea más fácil hacerse con tan ansiado botín en la oscuridad.

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