domingo, 11 de diciembre de 2016

A la carga mis valientes

Cada día me sorprendo más, jamás habría dicho que me iba a ver como me he visto y todo por un calendario de Adviento.
La historia se resume en lo siguiente.
Cuando se acerca la Navidad algunas tiendas hacen su agosto con el merchandising navideño a base de distintos productos entre los que se encuentran los calendarios de Adviento, que todo hay que decirlo cada vez son más sofisticados.
Desde hace meses (porque desde octubre ya estaban a a venta) mis hijos andaban detrás de un calendario de Lego City (no me llevo comisión) al que habían echado el ojo. Desde el primer momento me negué a comprarlo por motivos varios que no vienen al caso, pero luego.... una va de dura....pero también tiene su corazoncito, y les veía como lo miraban día tras día con ojillos de cordero. Me mantuve firme frente al chantaje emocional hasta el final, estábamos a 30 de Noviembre y habíamos hecho en casa nuestro calendario particular, pensé que el de lego ya había quedado olvidado. ¡Y un jamón! Había dado el tema por zanjado, nadie había dicho nada más. Todo bien, hasta que llega el mayor de los tres, deja el dinero en la encimera de la cocina y me dice: "pues si tu no me lo compras, me lo compro yo". Su hermano mediano que le oye dice que de eso nada, que él pone la mitad y lo comparten. Aparece el tercero en escena y decide que él también participa. Y así, en un pis pás, se sientan en el suelo y se ponen a hacer cuentas, deciden que los dos mayores ponen 3/4 partes y el pequeño pone 1/4 del dinero. Ya estaba yo viendo el problema (un calendario de personajes, aunque 24 sea múltiplo de tres... todos van a querer los mismos...tenemos enfado asegurado) cuando después de su conversación se distribuyen entre ellos los supuestos personajes y accesorios del calendario. Flipé en colores.
Al día siguiente, el padre de las criaturas (al que también habían ablandado el corazón) va en busca del calendario y agotado agotadísimo. En un par de días, un calendario que estaba en todas las repisas de los grandes almacenes y del que pasábamos olímpicamente, desaparece de la faz de la tierra, Murphy nunca falla.
 Reconozco que esta vez los pollos me han dado en la vena sensible cual gazapo, será que me hago viejita, pero entre el padre de las criaturas y la que suscribe hemos mirado en tropecientos sitios y nada. Me sentía como Schwarzenegger en aquella película en la que busca un superheroe para su hijo el mismo día de navidad. Me han cazao como a un cochino.  Era todo un absurdo. Hasta algunos compañeros del padre de mis hijos, cuando iban a algún centro comercial preguntaban por el dichoso calendario. AGOTADO. Los pollos desistieron del intento cuando en una tienda les dijeron que sólo les quedaban en el almacén de Mikkeli (a 220 km de casa). Ya habíamos pedido toda esperanza, hasta que el domingo por la tarde, cuando ya debíamos llevar 4 ventanas abiertas, un compañero del trabajo llama al padre de mis hijos para decirle que lo ha encontrado, ¡lo tenía en su poder!
Así que hemos aprovechado que el día 6 de Diciembre San Nicolás se pasa por casa para dejar frutos secos y mandarinas en el calcetín para desentendernos del calendario y pasarle a él toda la responsabilidad.

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