miércoles, 25 de diciembre de 2013

Lipeäkala

La semana pasada, estaba haciendo la compra en el supermercado habitual, cuando descubrí un pescado envasado al vacío, blanco, muy requeteblanco, y parecía muy tiernecito, de hecho lo compré pensando que era merluza. El nombre era un poco raro "lipeäkala/lutefisk", pero en la etiqueta decía claramente que era pescado, "kala", no había duda. Ni corta no perezosa me aventuré a comprarlo.
China, chana, china, chana, china chana....llegué a casa más feliz que una perdiz con mi nueva adquisición. Lo abrí... y el olor era bastante fuerte: a mar, la cocina se transformó en una lonja. Me dispuse a sacarlo del envoltorio y al notar la viscosidad del alimento empecé a pensar que aquello no era normal. Investigué un poco y fue así como averigüé que el "lipeäkala" es una de las comidas nórdicas típicas de estos días. ¡BIEN!, ¡por fin iba a poder hacer uso de las miles de recetas acumuladas durante el último año!
La manera más sencilla de cocinarlo consiste en poner el pescado en el horno y tapar la bandeja con papel de aluminio. Tiempo de horno aprox. 50 minutos.
A la hora de la cena la familia se dividió en dos bandos, los que lo probaban y decían que aquello estaba buenísimo, y muy blandito y los que como yo... fuimos incapaces de tomarlo porque me sentía como si estuviese comiendo una medusa, imposible el sabor e imposible el tacto.
Si quieres te aventuras a degustarlo, ¡BUENA SUERTE!, y date prisa en lavar la bandeja una vez utilizada, la viscosidad se apodera del recipiente y es difícil hacerla desaparecer. La viscosidad del pez se debe a que lo preparan sumergiéndolo en sosa durante unos días, tras los cuales lo escurren y lavan a conciencia, consiguiendo esa consistencia tan "medusiana".
Luego nos enteramos de que con el "lutefisk" no hay término medio, o te encanta o lo aborreces y hay auténticos tratados escandinavos sobre el asunto.

La última vez que haciendo nuevamente caso a mi instinto compré un apetitoso pez, de nombre igualmente desconocido, la cosa salió mucho peor. Aquello fue en una tienda asiática, aquel lugar me pareció un paraíso ¡qué maravilla!, había pescado , siempre congelado, de miles de tipos, sólo conseguí identificar un par de especies, pero salí de allí fascinada por la variedad de tamaños y de colores, algunos eran tan bonitos que parecían venenosos. Compré el que me pareció más familiar, pero no era lo que pensaba. Malo malísimo es poco. Aquello no se arregló ni echando tomate, jejeje. pero no pasa nada, seguiremos probando. Y mientras tanto degustaremos las "pullas" y resto de dulces, que están para chuparse los dedos.

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